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Los efectos fisiológicos de la ansiedad: cómo afecta realmente a tu cuerpo

La ansiedad es una emoción humana normal y necesaria: nos prepara para reaccionar ante amenazas o desafíos. Sin embargo, cuando este sistema de alerta permanece activado sin un peligro real aparente o de forma desproporcionada, el cuerpo entra en un estado de hiperactivación fisiológica sostenida que puede generar mucho sufrimiento e interferencia.
Estos efectos fisiológicos de la ansiedad no son “imaginarios”: están mediados por la respuesta del sistema nervioso autónomo, especialmente el eje hipotálamo–hipófiso–adrenal (HHA), que regula la liberación de cortisol, adrenalina y noradrenalina (McEwen, 2007).

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Efectos fisiológicos más comunes de la ansiedad

🫀 Taquicardia y palpitaciones

Durante un episodio de ansiedad, el cuerpo reacciona como si hubiera una amenaza física o psicológica, y se prepara para “huir o luchar”. Esta reacción libera en el cuerpo adrenalina (epinefrina) y noradrenalina, hormonas que aceleran el corazón.  Este cambio del ritmo es lo que se percibe como taquicardia (aceleración del ritmo) y palpitaciones (percepción de los latidos).

La taquicardia y las palpitaciones son, de hecho, dos de los síntomas físicos más comunes en las crisis de angustia y los trastornos de ansiedad, lo que subraya la estrecha interconexión entre nuestra mente y la salud cardíaca (Gould et al., 2002).

💪 Temblores, espasmos y tensión muscular

La tensión muscular constante es una forma en que el cuerpo mantiene la alerta. Con el tiempo, puede derivar en espasmos, temblores y dolores musculares crónicos (Clark & Beck, 2010). La contracción sostenida de la musculatura cervical y facial también se relaciona con migrañas de tipo tensional.

😵 Mareos y sensación de vértigo

Los mareos y la sensación de vértigo asociados a la ansiedad suelen deberse a la hiperventilación provocada por el estado de alarma del cuerpo. Al respirar con mayor frecuencia, se elimina un exceso de dióxido de carbono, lo que genera alcalosis respiratoria, una alteración del pH sanguíneo que reduce el flujo cerebral y produce inestabilidad, hormigueo y visión borrosa (Bass, 2014).

Este desequilibrio, sumado a la tensión muscular y a la hipersensibilidad del sistema vestibular, explica por qué muchas personas con ansiedad experimentan episodios de mareo o desorientación (Clark, 1986; Yardley et al., 1992).

🤕 Dolores de cabeza y migrañas tensionales

La hiperactividad del sistema simpático puede aumentar la tensión muscular y la sensibilidad en la región craneal, derivando en cefaleas tensionales y migrañas. Estudios de Martin et al. (2016) confirman la relación entre ansiedad muy generalizada y consolidada, y aumento de la frecuencia de migrañas.

🌿 Urticaria y síntomas dermatológicos

El estrés y la ansiedad alteran la respuesta inmunitaria, elevando histamina y cortisol, lo que puede exacerbar la urticaria, el picor o brotes de dermatitis. La ansiedad no crea la enfermedad cutánea, sino que desencadena o agrava la inflamación existente (Arck et al., 2006).

💇 Caída del cabello y alteraciones hormonales

La exposición prolongada a cortisol y adrenalina puede interferir con el ciclo folicular, provocando efluvio telógeno (caída temporal del cabello) (Peters et al., 2007).

Esta caída del cabello difusa y notable suele manifestarse en un pico de pérdida varias semanas o hasta tres meses después del evento estresante inicial. Afortunadamente, este tipo de pérdida capilar es generalmente temporal y reversible una vez que se logra controlar el factor de estrés.

😬 Bruxismo diurno y nocturno

El bruxismo es un acto involuntario de apretar o rechinar los dientes que se manifiesta tanto durante el día (bruxismo de vigilia) como durante la noche (bruxismo del sueño). Ambas formas se encuentran fuertemente asociadas a niveles elevados de estrés percibido y la ansiedad (Winocur et al., 2011).

👁️ Visión borrosa y tinnitus

Durante la ansiedad, la contracción de músculos oculares y el cambio de presión sanguínea pueden causar visión borrosa.

Además, el tinnitus (pitido en el oído) puede intensificarse en estados de estrés, según estudios de Pattyn et al. (2016).

Cómo estos síntomas pueden desencadenar ataques de pánico

Cuando las manifestaciones físicas de la ansiedad (taquicardia, mareos, dificultad para respirar) son interpretadas como señales de peligro —por ejemplo, “me va a dar un infarto” o “me voy a desmayar”—, se activa un bucle de retroalimentación que intensifica la respuesta de ansiedad.
Este proceso psicofisiológico es la base del ataque de pánico (Barlow, 2002): el cuerpo reacciona ante sus propias sensaciones internas como si fueran una amenaza externa.

Cuándo buscar ayuda profesional

Si estas respuestas cognitivas, emocionales y motoras, interfieren con tu vida diaria, afectan tu sueño o te hacen temer por tu salud física, es importante acudir a un profesional de la salud mental.
El abordaje psicológico —particularmente la terapia cognitivo-conductual (TCC)— ha demostrado ser eficaz para reducir la ansiedad (Hofmann et al., 2012).

Referencias

  • Arck, P. C., Slominski, A., Theoharides, T. C., Peters, E. M., & Paus, R. (2006). The neuroimmunoendocrine circuitry of the “brain-skin connection”. Trends in Immunology, 27(1), 32–39.
  • Barlow, D. H. (2002). Anxiety and Its Disorders: The Nature and Treatment of Anxiety and Panic. Guilford Press.
  • Bass, C. (2014). Hyperventilation syndrome: A case for inclusion in the anxiety disorders. Psychosomatics, 55(5), 449–456.
  • Clark, D. A., & Beck, A. T. (2010). Cognitive Therapy of Anxiety Disorders: Science and Practice. Guilford Press.
  • Clark, D. M. (1986). A cognitive approach to panic. Behaviour Research and Therapy, 24(4), 461–470.
  • Gould, R. A., Otto, M. W., & Pollack, M. H. (2002). Neuropsicología de los trastornos de ansiedad. Citado en Ciencia Latina Revista Científica Multidisciplinar, La ansiedad como respuesta fisiológica
  • Hofmann, S. G., Asnaani, A., Vonk, I. J., Sawyer, A. T., & Fang, A. (2012). The efficacy of cognitive behavioral therapy: A review of meta-analyses. Cognitive Therapy and Research, 36(5), 427–440.
  • Martin, P. R., Reece, J., & Callan, M. (2016). Stress and headache: The role of chronic stress and coping. Cephalalgia, 36(7), 654–664.
  • McEwen, B. S. (2007). Physiology and neurobiology of stress and adaptation. Physiological Reviews, 87(3), 873–904.
  • Pattyn, T., Van Den Eede, F., Vanneste, S., Cassiers, L., Veltman, D. J., & Van De Heyning, P. (2016). Tinnitus and anxiety disorders: A review. Hearing Research, 333, 255–265.
  • Peters, E. M. J., Arck, P. C., & Paus, R. (2007). Hair growth inhibition by psychoemotional stress: A model for neuroendocrine hair growth control in mice. The FASEB Journal, 21(8), 1965–1973.
  • Winocur, E., Uziel, N., Lisha, T., Goldsmith, C., & Eli, I. (2011). Self-reported bruxism—Associations with perceived stress, motivation for control, dental anxiety and gagging. Journal of Oral Rehabilitation, 38(1), 3–11.
  • Yardley, L., Owen, N., Nazareth, I., & Luxon, L. (1992). Prevalence and presentation of dizziness in a general practice community sample of working age people. British Journal of General Practice, 42(356), 213–218.

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